viernes, 22 de agosto de 2008

Aventuras y desventuras de una newlywed del siglo XXI

Empezar a escribir siempre es complicado, ya sea una lista del super o un ensayo para conseguir un trabajo como redactora…hay algo en escribir que te deja al descubierto, que te desnuda un poco, que te quita algo de alma y se queda plasmado en papel, con suerte es bueno y por lo mínimo no tenés mucho de que avergonzarte, Dios sabe que quemé tanto papel garabateado apasionadamente de mi época adolescente para preservar mi dignidad que los activistas de Greenpeace tendrían serios cargos en mi contra por polución ambiental a estas alturas…

Pero no es por esto que estamos acá hoy…hoy empiezo lo que sería una especie de contaduría literaria de mi vida como una mujer casada, supuestamente y por recomendación de mi marido, para no perder la costumbre de escribir, y para no oxidarme en un talento que el considera que tengo, y que yo considero que el ve por una clase de consecuencia de amor piadoso.

Militamos en un grupo en el que, muy por el contrario (pero no por eso menos perverso en intención, a mi parecer) a lo que se dice cuando vas a unirte a las filas de los que se casan sin apuro y con una idea general de en donde se están metiendo; te dicen que “ahora vas a saber lo que es vivir”, “ahora vas a conocer la verdadera felicidad”, “esto es por lo que valió la pena esperar y guardarse” y demás comentarios alentadores, que en ese momento, realmente son portadores de una promesa paradisíaca de convivencia marital gozosa que terminan no teniendo nada que ver con la realidad.

Poco sabemos que en realidad al minuto de morir en el “altar del sacrificio” (no lo digo yo, lo dice mi amado pastor) estás metiendote en un negocio tan complicado que puede llegar a absorber por completo tu energía, apenas en los primeros días, convirtiéndote a vos y tu cónyuge en entes que se pasan los días en estado catatónico y que apenas pueden recordar como fue que se les ocurrió la barbárica idea de meterse en semejante apuro.

Y espero que no se me malentienda, no. Estoy consciente de que a leerse esto se puede entender como que realmente estoy organizando el escape de mi matrimonio como si de la fuga de Alcatraz se tratase, para ser sinceros, hay cosas muy buenas del estado marital…quizás no sean las que uno ve a simple vista, una vez que está dentro de la cancha, pero esos son otros cuentos y ciertamente menos entretenidos que lo que narro ahora, siempre opiné que las mejores partes de las novelas y las películas románticas es donde aparecen los villanos y las tragedias… y la tierna y lechugosa heroína se deshace en llanto mientras que la crueldad de la malvada llega a cúspides inimaginables, que nos hacen maldecir a su madre y todos sus ancestros en solidaridad hacia la pobre María de los Angeles, mientras a quien deberíamos mandar a freír espárragos es al guionista, que nos vende las mismas historias sancochadas una tras otra tras otra vez. Creo que nadie nunca se fija que los capítulos donde el mango por la sartén lo tiene la bruja espléndidamente peinada y maquillada frente a la descuajeringada y andrajosa protagonista, son muchos y eternos, mientras que el final donde la señorita en cuestión cae vestida de blanco y suspirando esdrújulamente en los brazos del caballero que le brindó su desidia el 80 por ciento del culebrón, es de solo un capítulo. Es que en realidad nos gusta ver el “y vivieron felices para siempre”, pero nos fascina odiar a la malvada. Es el sabor de contar historias pesimistas, el eterno morbo de la gente por saber que hay gente en peor situación que uno.

Honestamente, creo que absolutamente nadie tiene la misericordia suficiente como para advertirte de lo que vas a entrar a vivir una vez que te cases….es probable que exista una sociedad secreta, como la de las mamás, que cuentan solo lo lindo y lo encantador de sus bebés envueltos en encajecitos y que toman leche de tiernas mamaderas, jamás te cuentan de la hinchazón, de la inestabilidad emocional, de las fluctuaciones de peso, de las manchas en la piel y las estrías que no mejoran para nada tu estado que para ser francos, no era nada fabuloso desde un principio, las noches sin dormir y los días sin parar, pañales sucios, ropa vomitada y el llanto… ese llanto que pondría los pelos de punta al mismísimo Hitchcock, que es algo asi como una sirena de ambulancia, que de repente para y como un presagio de lo que se viene, llega un silencio en el que te llenás de pánico y no hay forma suficiente de preparar tus oídos para el postrero griterío que sobreviene. Y eso que yo todavía no fui madre, estoy limitada a los roles de hermana mayor, prima y tía, y con eso tengo más que suficiente.

Así es que si, estoy considerablemente segura de que, como con la maternidad, existe un pacto tácito, como una decisión de aquellos que ya están adentro de tirar sobre el asunto un velo de misticismo que preserve a los inocentes de la realidad y que haga pagar el mismo precio que pagaron los antecesores en el asunto del matrimonio.

Nadie te avisa que lo más complicado sobre esta tierra es dormir al lado de alguien que lleva una vida durmiendo sin uno, y por lo mismo tiene hábitos de lo más particulares a la hora del descanso. De estirarse cual león en nuestra cama, con las sábanas que tenemos desde que teníamos 5 años y hablar cuando se nos venga en gana, pasamos a compartir la mitad de una cama con la mitad de una sábana, con media almohada, con una porción de edredón. Y compartir es una forma muy elegante de decirlo..en mi caso, hemos tenido verdaderas batallas campales por el dominio del territorio en el lecho. Y todos saben que una noche mal dormida es un día mal pasado. Al día siguiente es la cara larga, el saludo gutural “ñññmmdía”, y un desayuno en el que los interlocutores más animados son los conductores del programa periodístico de la mañana.

2 comentarios:

VaneRV dijo...

Muy buen blog Pao! un gusto leerte!

Fernando Ugarte dijo...

JAJA..que buena lectura, en serio..da gusto leer a personas que no ven todo el matrimonio como una des-aventura y maldicion...exitos!

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