martes, 22 de septiembre de 2009

Misóginos en el siglo 21? Que out, Darling.

Como les estuve contando, estoy en los primeros días de una nueva experiencia laboral. Recién salida del horno en la agencia, aterricé en un lugar donde, a pesar de que apenas llevo cerca del mes, estoy aprendiendo veloces lecciones de situaciones que me explotaron en la cara ni bien puse pie acá.

Ahora lo que me sorprende y me llama poderosamente la atención es lo que tengo para informar: debo decir que, muy a pesar de los movimientos por la liberación de la mujer, los derechos igualitarios y demás, en ciertos lugares del planeta (y del país en particular) se aglomeran unos cuantos neanderthals que piensan que el lugar de las mujeres es la cocina o pariendo una tonelada de hijos suyos, y no un ambiente de trabajo donde deban compartir su espacio y mucho menos, tratarlas como iguales.

Me impresionó mucho, y tomé como el típico síndrome de “pago por derecho de piso” el trato (maltrato o carencia absoluta de trato) que ví y recibí en la primera semana de mis mañanas. Lo dejé pasar, estaba demasiado extasiada por el prospecto de lograr entrar a un lugar donde puedo hacer lo que estudié para hacer como para dejar que unas cuantas miradas airadas me afectaran. Dicho sea de paso, el tema ese de pago por derecho de piso me parece una absoluta ridiculez y una forma socialmente legalizada de discriminación que no encaja en lo más mínimo con gente que prentende ser sofisticada o básicamente civilizada.

Pero pasó la segunda, y la tercera semana..y hoy me siento, pensando los caminos que tomó este blog, que inicialmente iba a contar mis aventuras en el muy chiquito mundo de mi casa, y finalmente está resultando ser un pintoresco desvarío de mi paso por más lugares del que imaginé. Y, fiel al amor por la profesión, y a mi poco ortodoxa forma de aplicarla a diario en todo lo que hago, tengo que preguntarme: es realmente necesario el odio o la aversión hacia una mujer, solo por el hecho de que esta lo sea? Porque de moda sabemos que ya no está.

Y me tengo que preguntar también cuál es la historia del miedo profesional que una completa extraña puede causarle a gente que no solo es talentosa y brillante en lo que hace, sino que lleva una feroz delantera en el medio, considerando que esta servidora no sólo se tomó un año sabático obligado, sino que tiene un solo campo de “expertise” en el periodismo (y ni tanto, no es para tirar manteca al techo lo mío, queridos), al lado de gente que quizás tenga la misma edad, pero lleva tres cabezas de delantera.

No me hago la humilde, los amigos saben que de eso no tengo un pelo. Estoy sorprendida… y llevo días tratando de encontrarle sentido a una escena complicada y que no encaja, no sólo por el desubique cronológico (silbatinas tipo “cállese” cuando la única mujer en el la oficina habla? Eso es TAN años 60, y todavía el patetismo de hacerlo desde la oficina de al lado, sin mostrar la carita, así somos todos muy machos, no querido? o las risas de hiena y las miradas compinches de “las mujeres son unas estúpidas, deberían quedarse en la casa y limpiar” cuando hago preguntas que para ellos son obvias, pero que para mí son necesarias, porque nunca tuve que saber de cables o conexiones de consolas, y el que me sienten en una isla no hace que lo asimile directamente por ósmosis) sino por la falta de sentido de los ataques gratuitos si es que de verdad estos badulaques piensan que las mujeres somos el sexo débil.

Estoy shockeada de ver que hay lugares donde los hombres no se dieron por enterados, que llegó el sufragio femenino universal, la liberación de la mujer, la admisión de ambos sexos en puestos laborales igualitarios, inclusive gerenciales y de directorio, en fin, no hace falta que los ponga al día..y a los que hace falta poner al día, dudo seriamente que lleguen a leer el blog, es más, dudo que estén conscientes de la existencia de estas herramientas, del social media, del 2.0, de la evolución y demás. Deben estar muy ocupados comiéndose los piojos mutuos y pegando con grandes mazos en el piso al grito de UGA UGA, y los dejo que sean felices, total, para mucho más no les ha de dar.



Pd: igual hay compañeros (odio que esa palabra ahora tenga connotación socialista, así que lo ignoro por completo) que se están portando regio, o que simplemente me tratan normal, y a los cuales evidentemente el saco de esta historia no les queda, por lo cual no deberían sentirse aludidos de llegar a leer este post. Lo cual dudo de igual forma.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

no de nuevo!

Bueno, tengo que dar otro volantazo, y visto y considerando que no estuve subiendo nada al blog últimamente, tengo que darles el update velozmente.

Harta de las tilingadas y malos tratos varios de cierto cliente, que por respeto a mis ex jefes no voy a mencionar, hace un mes me plante con el corazón encogido y resoluto a presentarle mi renuncia a C. El me miró y como siempre, tomó mi renuncia en broma (en todo el año que estuve con ellos, habré renunciado unas 36 veces, mas o menos) hasta que vió que en mi mano, apretada fuerte, estaba una carta. Por una vez, no nos peleamos, sino que entendió y terminó la charla con un “dejame digerir esto”. Fue un mes de correr para todos lados y de cerrar un ciclo que me transformó para siempre. Algún día voy a contar las anécdotas que viví con el equipo On. Y, oh atájense, cuando llegue ese día.

Así que nuevamente me encontraba desempleada y buscando un lugar nuevo que me reciba, y les voy a ahorrar los detalles, gente de un medio muy amable y completamente optimista sobre mis cualidades, puso garras de una manera notable y me sumó a su equipo.

Escribo hoy, mi primer día para decirles que de vuelta tengo las benditas mariposas en el estómago y la sensación de vértigo que te da cuando volvés a hacer lo que te gusta, lo que te quema el corazón.. es difícil explicar porqué el hablar a los demás, el poder decir lo que pensás, el compartir ese tiempo con ellos y volverte una partecita de su día puede ser aquello que querés hacer por el resto de tu vida, así que no voy a tratar de explicar.

Parece que Horacio va a volver a tener una esposa feliz, después de un año absolutamente pintoresco, por decir lo menos.
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