viernes, 22 de agosto de 2008

Los hombres y el supermercado

Y como los hombres tienen toda una visión diferente en cuanto a básicamente todo en este mundo frente a la que tenemos las mujeres, no podía faltar el terreno de las compras, y hoy no voy a tocar el de las compras en general, hoy voy a hablar del supermercado.

Y es que para el macho de nuestra especie el supermercado puede significar dos cosas: un lugar espantoso con tantas cosas metidas dentro que no se decide porqué comprar que mejor lo compra todo, o un antro de castigo donde pasean mayormente señoras con ruleros y lentes gruesos y donde para peor de sus males, tiene que hacer fila entre estas señoras para pagar lo que se lleva.

Lo que unánimemente es igual para todos es la reacción del hombre cuando se les solicita su ayuda en la tarea herculiana de comprar algo para la casa del super, ya sea una esponja o una piña para hacer jugo. Hasta el día de hoy no conozco hombre que acepte con gusto semejante encomienda.

Es comprensible que, dado que nosotras somos de pensamiento integral y ellos son compartimentales, ya tengamos diferencia de reacción ante una misma situación; pero es la reacción en si lo que intriga y me desconcierta tanto que hasta hoy no puedo entender (una vez más) su mecánica de pensamiento. Veamos a un hombre, parado ante unas góndolas enviado por su mujer, madre, hermana, novia, como sea, para traer específicamente tres productos, pongámosle, fideos, queso rallado, y fruta. Ahora, el pensamiento masculino (jamás dilucidado o nos encontraríamos viviendo en el gozoso Paraíso) no comprende el concepto de “comprar lo justo”, porque no tiene una visión perimetral del manejo de una casa o de un presupuesto, para el caso. El simplemente no entiende que no se debe comprar ni demasiado de algo, ni tan poco que no justifique la ida al lugar de venta. Entonces nos encontraremos que aunque hayamos enviado a nuestro Cruzado con listita en mano de específicamente lo que necesitamos (y solamente eso, porque las mujeres pensamos en 30 días y ellos piensan al día, he ahí porqué los hombres solteros gastan más dinero en cosas que después no recuerdan), no señor, no es suficiente, porque en la mayoría de los casos, nuestro ilustre comprador obviará por completo la lista en cuestión, porque ningún hombre que se precie va a estar en un lugar público haciendo el papelón de consultar una listita de supermercado, qué se figuró usted. Entonces tenemos que si por algún milagro se acordó de dos de las cosas que tenía que comprar, comprará de esto como si nos estuviéramos preparando para un bombardeo nuclear y necesitáramos todo el fideo del planeta y toda la piña cosechada en los últimos días. Inútil explicar que la piña es un producto perecedero y que si se lleva en cantidades industriales, lo más probable es que termine arruinándose porque no podamos encontrar ni uso ni espacio para semejante cantidad, vaya a explicar eso a su abuela, malagradecida, encima que se le trajo lo que pidió. Y para completar la hazaña, dado que recuerda que había tres pedidos en la lista que miró fugazmente antes de entrar al supermercado y que le escuchó decir a usted las cosas que le pedía en esa lista; (le repetía como enajenada antes de que el vaya en su encargo “fideo, queso rallado y una piña, fideo queso rallado y una piña, no te olvides”) nuestro héroe recuerda que algo falta y que tiene solo dos tipos de productos en el carrito, entonces, para demostrar su diligencia, y que el no es menos, que se pensó, va a comprar todo lo que se le ocurra mientras pasee por las góndolas, y muchas pastillitas de menta, porque nunca se tienen suficientes pastillitas de menta o afines, por supuesto.


Entonces llegará a casa con bolsas sospechosamente sobrecargadas para un pedido que era pequeño, con andares de haber curado la malaria en Africa y la mirará con pose de Indiana Jones mientras usted comprueba efectivamente, que se olvidó el queso rallado, pero trajo trapos para piso, esponjas, un trastito de plástico que no sabe exactamente para qué sirve y demás efectos como para el resto del año. Usted le pregunta, con toda la sutileza de la que es capaz: “te olvidaste el queso rallado?”. Y estalla la bomba: “encima que me fui y te traje todo te quejás, nunca se te da el gusto, no te vuelvo a hacer un favor” y ahí parte nuestro esforzado mártir, con aires de ofensa perdurable. Epico y muy entretenido, sin duda, pero razón suficiente para hacerse de tiempo y encargarse una misma de las compras en adelante, muchas gracias.

Los hombres y su hemisferio izquierdo sin usar.

No recuerdo donde leí que los hombres tienen el hemisferio izquierdo del cerebro sin utilizar por la gran mayoría de sus vidas, he ahí el porqué el hombre se muestra básicamente incapaz de mostrar sensibilidad ante lo tierno, lo dulce, lo romántico, lo melancólico, siendo nosotras todo lo contrario (y dando lugar a las especulaciones absurdas de que las mujeres por ende somos incapaces de manejar situaciones de presión o riesgo, por nuestra sobrada emocionalidad). Y por supuesto esto incluye el tema tan particular y nunca del todo comentado de las fechas.

Ahora, tuve una conversación con una prima mía que lleva casada unos años, y me decía ella, de lo más segura de sus afirmaciones, que el hombre en realidad es perfectamente capaz de recordar fechas y de comportarse civilizadamente en cuanto al cortejo de una mujer después de haberse casado con ella, porque todos sabemos que un hombre interesado en ganarse la atención de una señorita no tendría problemas en escalarse el Aconcagua en hawaianas y con un cacho de bananas en la espalda, si fuese necesario. Esta consentida prima mía sostiene que el hombre, una vez aclimatado en lo que será su rutina doméstica con la mujer que lo acompaña en el matrimonio, evalúa sus posibilidades, y comienza un proceso de autoconvicción, y de convencimiento a la otra parte, por supuesto, de su incapacidad genética de mostrarse atento a las cosas que a las mujeres nos resultan importantes; y sobre todo, que es obligación de una mujer reclamar estos gestos de atención que nutren la relación amorosa en la pareja, si no, básicamente, te jodés por estúpida, decía ella. En otras palabras, el hombre se achancha y, bien acomodado en su chiquero, comienza la fiesta del barro.


De días aguados

Ah, el romanticismo de un día de lluvia… Existe un grupo selecto de personas que disfrutan tremendamente de los días nublados y tormentosos, en el sentido climático de la palabra.. yo soy una de ellas. Hay algo poético y muy hermoso en mirar la lluvia y saber que uno está calentito y seco, o estar caminando bajo la lluvia y saber que va a llegar a un destino templado, y con suerte, a sentarse a compartir una taza de chocolate caliente con la compañía ideal, si está acompañado de una humeante chipa, mejor.

Hoy por primera vez no me gustó tanto como siempre la idea de que llueva, y esta vez tuvo que ver con el hecho de que por primera vez era responsable de recoger la ropa que estaba colgada a secar, y que no me hacía la más mínima gracia volver a lavar.

Así que ahí estaba yo, con el pijama y los championes puesto a modo de zuecos, saltando en el tendedero con una toalla sobre la cabeza, lo cual dificulta considerablemente la capacidad de visión. Habré dado la impresión de estar bailando la danza de la lluvia para mis pobres vecinos, espectadores obligados de mis hazañas domésticas. La buena noticia es que rescaté la ropa y no hay que volver a lavar nada. Otro día heroico en mi hogar.

Y hablando de heroísmo, ya trataron alguna vez de despertar a una persona con hábitos de sueño extremo? Mi esposo es un dormidor profesional…es capaz de dormirse con alguien hablándole directamente a la cara en cuestión de segundos… normalmente no me importaría, pero cuando esta clase de cosas pasan en público, me agarra una sensación de bochorno tal que apenas veo que su cabeza empieza a balancearse peligrosamente para adelante y para atrás, comienzo con lo que a simple vista parecerían tics nerviosos (“pobre, 25 años y tan stressada!”) codeos, puntapiés, no tan discretos golpecitos en la pierna, y el pobre tratando de permanecer despierto en una tarea titánica. Habitualmente se recupera en forma milagrosa apenas salimos a comer algo o nos levantamos de la reunión donde estábamos, pero yo ya salgo con 2 años de vida menos y la sensación de que todo el mundo piensa que de noche no dormimos.

Así que algo de eso se desarrolla todos los días en nuestra casa. Con él mostrándose bastante más reacio a mis estímulos para sacarle de la cama y yo siendo bastante menos sutil. Y comienza el clásico destaparle por completo, para ver si con el frío no se despabila (no tengo tanta suerte), el prender todas las luces, el poner música a todo volumen, o el noticiero consabido, para ver si las malas noticias no le arruinan la fiesta soñolienta.. y aprendí con la última maniobra que el hombre no se inmuta con las malas noticias, es como que se muestra testigo de ellas y una vez informado, celebra no ser el objeto del informe en cuestión, y todo está en paz con el mundo.

Finalmente, y en algo que se repite todos los días ceremoniosamente, faltando 20 minutos para la hora de entrada en su trabajo, el individuo emerge de entre las sábanas y comienza su ritual de preparación de la mañana. Y que los que dicen que las mujeres tardamos en arreglarnos me muerdan el zapato. En mi vida vi alguien tan puntilloso con su apariencia ni que se tome tanto tiempo para vestirse. Creo que tiene la impresión de que en uno de estos días va a aparecerse Calvin Klein por su oficina buscando un nuevo modelo para su próxima campaña, porque desfila por el cuarto haciendo tres o cuatro cambios de remeras y jeans hasta encontrar lo que el considera adecuado, así nos sentamos a desayunar y salimos como alma que sigue el diablo todos y cada uno de los días, más aún en los días de lluvia.

Aventuras y desventuras de una newlywed del siglo XXI

Empezar a escribir siempre es complicado, ya sea una lista del super o un ensayo para conseguir un trabajo como redactora…hay algo en escribir que te deja al descubierto, que te desnuda un poco, que te quita algo de alma y se queda plasmado en papel, con suerte es bueno y por lo mínimo no tenés mucho de que avergonzarte, Dios sabe que quemé tanto papel garabateado apasionadamente de mi época adolescente para preservar mi dignidad que los activistas de Greenpeace tendrían serios cargos en mi contra por polución ambiental a estas alturas…

Pero no es por esto que estamos acá hoy…hoy empiezo lo que sería una especie de contaduría literaria de mi vida como una mujer casada, supuestamente y por recomendación de mi marido, para no perder la costumbre de escribir, y para no oxidarme en un talento que el considera que tengo, y que yo considero que el ve por una clase de consecuencia de amor piadoso.

Militamos en un grupo en el que, muy por el contrario (pero no por eso menos perverso en intención, a mi parecer) a lo que se dice cuando vas a unirte a las filas de los que se casan sin apuro y con una idea general de en donde se están metiendo; te dicen que “ahora vas a saber lo que es vivir”, “ahora vas a conocer la verdadera felicidad”, “esto es por lo que valió la pena esperar y guardarse” y demás comentarios alentadores, que en ese momento, realmente son portadores de una promesa paradisíaca de convivencia marital gozosa que terminan no teniendo nada que ver con la realidad.

Poco sabemos que en realidad al minuto de morir en el “altar del sacrificio” (no lo digo yo, lo dice mi amado pastor) estás metiendote en un negocio tan complicado que puede llegar a absorber por completo tu energía, apenas en los primeros días, convirtiéndote a vos y tu cónyuge en entes que se pasan los días en estado catatónico y que apenas pueden recordar como fue que se les ocurrió la barbárica idea de meterse en semejante apuro.

Y espero que no se me malentienda, no. Estoy consciente de que a leerse esto se puede entender como que realmente estoy organizando el escape de mi matrimonio como si de la fuga de Alcatraz se tratase, para ser sinceros, hay cosas muy buenas del estado marital…quizás no sean las que uno ve a simple vista, una vez que está dentro de la cancha, pero esos son otros cuentos y ciertamente menos entretenidos que lo que narro ahora, siempre opiné que las mejores partes de las novelas y las películas románticas es donde aparecen los villanos y las tragedias… y la tierna y lechugosa heroína se deshace en llanto mientras que la crueldad de la malvada llega a cúspides inimaginables, que nos hacen maldecir a su madre y todos sus ancestros en solidaridad hacia la pobre María de los Angeles, mientras a quien deberíamos mandar a freír espárragos es al guionista, que nos vende las mismas historias sancochadas una tras otra tras otra vez. Creo que nadie nunca se fija que los capítulos donde el mango por la sartén lo tiene la bruja espléndidamente peinada y maquillada frente a la descuajeringada y andrajosa protagonista, son muchos y eternos, mientras que el final donde la señorita en cuestión cae vestida de blanco y suspirando esdrújulamente en los brazos del caballero que le brindó su desidia el 80 por ciento del culebrón, es de solo un capítulo. Es que en realidad nos gusta ver el “y vivieron felices para siempre”, pero nos fascina odiar a la malvada. Es el sabor de contar historias pesimistas, el eterno morbo de la gente por saber que hay gente en peor situación que uno.

Honestamente, creo que absolutamente nadie tiene la misericordia suficiente como para advertirte de lo que vas a entrar a vivir una vez que te cases….es probable que exista una sociedad secreta, como la de las mamás, que cuentan solo lo lindo y lo encantador de sus bebés envueltos en encajecitos y que toman leche de tiernas mamaderas, jamás te cuentan de la hinchazón, de la inestabilidad emocional, de las fluctuaciones de peso, de las manchas en la piel y las estrías que no mejoran para nada tu estado que para ser francos, no era nada fabuloso desde un principio, las noches sin dormir y los días sin parar, pañales sucios, ropa vomitada y el llanto… ese llanto que pondría los pelos de punta al mismísimo Hitchcock, que es algo asi como una sirena de ambulancia, que de repente para y como un presagio de lo que se viene, llega un silencio en el que te llenás de pánico y no hay forma suficiente de preparar tus oídos para el postrero griterío que sobreviene. Y eso que yo todavía no fui madre, estoy limitada a los roles de hermana mayor, prima y tía, y con eso tengo más que suficiente.

Así es que si, estoy considerablemente segura de que, como con la maternidad, existe un pacto tácito, como una decisión de aquellos que ya están adentro de tirar sobre el asunto un velo de misticismo que preserve a los inocentes de la realidad y que haga pagar el mismo precio que pagaron los antecesores en el asunto del matrimonio.

Nadie te avisa que lo más complicado sobre esta tierra es dormir al lado de alguien que lleva una vida durmiendo sin uno, y por lo mismo tiene hábitos de lo más particulares a la hora del descanso. De estirarse cual león en nuestra cama, con las sábanas que tenemos desde que teníamos 5 años y hablar cuando se nos venga en gana, pasamos a compartir la mitad de una cama con la mitad de una sábana, con media almohada, con una porción de edredón. Y compartir es una forma muy elegante de decirlo..en mi caso, hemos tenido verdaderas batallas campales por el dominio del territorio en el lecho. Y todos saben que una noche mal dormida es un día mal pasado. Al día siguiente es la cara larga, el saludo gutural “ñññmmdía”, y un desayuno en el que los interlocutores más animados son los conductores del programa periodístico de la mañana.
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