martes, 26 de abril de 2011

Ña Pao, lampiña. Parte I

(caballeros, si son sensibles a temas femeninos, les recomiendo cerrar la ventanita y no leer el post esta vez. Sigan nomás a la tierra segura de Fox Sports)


Creo que más de una vez les conté de la situación de vellos que tenemos en mi familia (ojalá tuviera que escribir eso con b). Es algo que me atormentó y persiguió por muchos más años de lo que es simpático contar. Es más, las pocas veces que pensamos en nuestra descendencia con el esposo, siempre llegamos a la misma conclusión, que no tiene nada que ver con el genio narrativo que heredará la criatura o su capacidad innata para bailar o la elocuencia sin par. Siempre e indefectiblemente, concluimos que nuestro hijo va a ser una incuestionable bolita de pelos, de los pies a la cabeza. Solo espero que Dios me dé la gracia para criarlo de forma que no se sienta acomplejado por eso.


El otro día, me llegó la noticia de que un centro de depilación reconocido internacionalmente había llegado a Paraguay. Depilación definitiva. Las palabras resonaron en mi cabeza con la 9na sinfonía de Beethoven resonando como banda sonora. La posibilidad, aunque remota, de poder deshacerme de una de las angustias más grandes de mi vida y de abandonar las dolorosas citas de depilación con cera me emocionó tanto que creó que me mareé. Y no porque no haya sabido de centros depilatorios antes. Sino porque por primera vez la posibilidad de poder pagar las sesiones necesarias y una empresa seria que las haga se juntaban. Era demasiado para mí.


Así que, llamada de por medio, tuve hoy mi primera cita con la depiladora. Y previa consulta con mis queridos amigos del twitter (@paolamartinez) sobre si era overkill de TMI el compartir mis hazañas en la búsqueda del sueño acariciado de la lampiñez, y ante el positivo feedback correspondiente, hoy les comparto la primera parte de mis aventuras con la depilación definitiva.


Llegué puntualmente y tuve que completar un formulario con mis datos y donde se me advertía de los pasos necesarios para alcanzar el resultado deseado. Firmé todo, creo que en ese momento iba a firmar mi renuncia a la primogenitura y todo lo que me hubiesen pedido, en realidad. Después me llevaron a una salita blanca, donde la depiladora me anunció muy amable que tenía que “sacarme todo lo que tenía puesto”. Hablemos de niveles de intimidad! Le pregunté su nombre, porque ya que iba a ver toda mi humanidad por lo menos tenía que convertirse en mi amiga. Procedí a sacar todo lo solicitado, y me entregaron unas gafas realmente muy lindas, solo que con la lente verde. Mientras la depiladora me anunciaba que mi nivel de vello requeriría unas 5 sesiones más o menos (no podía creer mi suerte, en un mes iba a estar suave y lisa como la cola de un bebe), procedió a empezar a sacar fotos de la zona, era algo como foto foto foto foto foto foto foto foto AUCH foto foto foto foto foto, olor a quemado…y voilá! En aproximadamente diez minutos se levantó y me dijo “ya esta! Podes vestirte”. Yo, siempre la escéptica, le dije, “ya? Y que tengo que hacer ahora?”. Y me dijo “bueno, nada. Nos vemos en un mes para la próxima sesión”


…..


UN MES!????? De la emoción puede que no haya leído ese pequeño detalle, pero aparentemente uno solo puede hacerse UNA sesión por mes. Estoy perdida!! Voy a andar peluda como Pie Grande por ahí mientras espero que se cumpla el tiempo necesario para la próxima sesión?? Y son 5 sesiones para quedar decente!??? Necesitaba oxígeno. La amorosa Adriana me miró y con toda la calma del mundo me dijo “un mes, innegociable. Ahora se paciente, que en 5 meses vas a estar espléndida”.


Así que ahí tienen, chicas. Primera sesión de 5, estoy a un paso de la imposiblemente larga carrera que tengo que correr para cumplir mi sueño. Ah, pero ya me van a ver en setiembre! Mi yo impecablemente lampiño se pavoneará frente a todas al son de KT Tunstall “Suddenly I see”, el mundo será un lugar maravilloso, y la vida será perfecta.


Mientras les dejo, tengo que ir a comprar jardineras de jean, varias jardineras.

martes, 19 de abril de 2011

De las indignidades de la enfermedad

Nunca fui una de esas personas de salud endeble. Es más, tengo que confesarles con mucha vergüenza que siempre que alguien de mi familia se enfermaba, yo fantaseaba con la oportunidad en que a mi me tocase, y un equipo tipo Dr. House me rodeara, tratando de descifrar mi dolencia, mientras mi mama, mis hermanos, el esposo y mi papa estuvieran en la sala de espera abrazados, reflexionando sobre “como es tan buena Paolita, y ahora se enfermó”. Si, soñaba con el protagonismo de la enfermedad y el dulce letargo de yacer en una cama sin posibilidad alguna de hacer nada, más que recibir ramos de flores y atenciones (acá mi problema ya linda con el querer ser una Miss enferma, pero como estoy luego en estado medio delirante, se aguantan).


Desde el domingo a la noche como que se me cumplió el sueño. Mi racha impecable de 28 años sin internación se rompió y aquí estoy, en vivo y en directo desde mi very own cama de hospital, incubadora de una Influenza galopante. Y debo decirles que la verdad, no se parecía en nada esta realidad a mis fantasías.


Había sido para internarte tenés que pasar agobiantes horas en una sala de emergencias, tan llena de gente apestada por tan diversas causas que si no estabas grave hasta ese momento, sin dudas vas a estarlo a partir de ahí. Te llevan en silla de ruedas y te pasean en el estado más calamitoso imaginable frente a todo el mundo mientras te hacen placas, estudios, te sacan sangre etc. Finalmente y para completar la tortura, por mis síntomas me tuvieron que meter cotonetes de ESTE tamaño en la nariz, hasta llegar a lo que sentí el borde de mi cerebro. La peor sensación del mundo, les diré. Creo que se compara con la escena en Matrix donde a Neo le desenchufan en su capullo, se hacen la imagen?


Resultó ser que cuando tenés influenza no podés dormir. Que tu garganta se cierra y que la tos es tan fuerte que te da náuseas. Que tu voz se va y se queda un croar más parecido a la voz de “cuentos de la cripta”. Que para ponerte el suero te tienen que pinchar, y a veces más de una vez si no encuentran tu vena (ya les conté que tengo pánico a las agujas?), y que si tu sangre coagula demasiado rápido tienen que empujar aire por la sonda, y que duele como un portazo por tu mano. También resulta que tenés que arrastrar el armatoste que sostiene el suero y demás artilugios cada vez que tenés que ir al baño, so pena de pasar la infamia de que te traigan una chata a la cama (primero muerta). Que subir y bajar la cama después de la quinta vez pierde todo encanto, y que las lecturas que soñaste hacer no se pueden dar porque todo lo que lees se te junta y terminás viendo una sopa de letras.


Y finalmente, la peor de las infamias. La batita de morondanga que te hacen ponerte, la cual es estoy segurísima una movida de los médicos para que te sientas más insignificante de lo que sos en tu insalubridad. Esa porquería que se ata y por más que asegures el nudito termina aflojándose y cada movimiento que hagas terminas con la cosa totalmente liada por tu panza, y que las veces que tenés que levantarte sufrís la indignidad de que todo el que esté cerca vea tu bombachón de abuela. Porque un bikini sugerente en este tipo de situaciones, simplemente no va.


De más decirles que a partir de ahora me como todas mis zanahorias y me pongo cuanta vacuna haya, por mucho miedo que me den las agujas. Prometo dejarme de pavadas y fantasear de ahora en mas con la paz mundial o algo así. Por encuanto, sigo atrapada acá, aunque planeando mi huida. Si ven en las noticias una chica corriendo con un armatoste de suero por República Argentina con una batita de morondanga y la cola al aire, celebren conmigo mi libertad.


Saludos hospitalarios. COF!

miércoles, 13 de abril de 2011

Perdón

Hace menos de dos meses, una pareja elevaba una acusación de racismo y maltrato verbal de parte de un extraño en un bar de París. Ese extraño resultó ser nada más y nada menos que John Galliano, diseñador de la casa Dior hacía más de 10 años. Un video en Youtube surgió para darle mayor efervescencia al hecho, donde Galliano afirma muy ufano que ama a Hitler y otras linduras xenofóbicas. La casa Dior, reluctante pero resuelta, de inmediato comunicó la desvinculación de Galliano con la marca y ratificaron el compromiso de Dior como una marca global, que respeta a todo tipo de culturas y etnias, considerando que la moda que promueven actúa como un gran paraguas que une a todo el mundo. Galliano se tardó unos días, pero lanzó a su vez una declaración oficial donde se disculpaba por sus acciones, reconociendo la gravedad de sus palabras y anunciando su inminente reclusión en una institución de rehabilitación.


Esto es conocido en el mundo civilizado como Control de Crisis. Existen especialistas que asesoran a compañías, marcas, clubes de fútbol, políticos, y celebridades varias, en este tipo de situaciones que no solo se dan en el ámbito de la moda. Y como es lógico, no voy a extenderme sobre eso porque sé que ya les vienen varios ejemplos a la cabeza.


En vista de todo lo que pasó ayer con las declaraciones de una señorita que se hace llamar periodista (y no voy ni a tocar el tema de cómo bastardean el nombre de la profesión y ahora cualquier wannabe chusma de programa de chimento se dice periodista. Me duele el corazón y los seis años que me tomó graduarme de una Universidad para la que tuve que rendir examen de ingreso, para empezar nomás) sobre nuestro idioma oficial nacional, el guaraní. Todo lo que se tenía que decir al respecto fue dicho, y lo que ella tenía que decir a posteriori, también. Mi punto de reflexión de hoy es el siguiente:


En nuestro país y en varias culturas latinoamericanas, vemos el pedir disculpas como una señal de debilidad. El admitir que algo fue mal hecho, mal ejecutado o pobremente juzgado se percibe en forma tácita como una falta de carácter, como una evidencia de vyreza*. Y es por eso que no es la primera, ni será la última vez que alguien se mande una macanada del tamaño de Alaska, sea confrontada por esto y tan campante diga “y que a mi? Me pasa por el c*lito lo que me dicen”. También muy (MAL) usado es el recurso de “ladran Sancho, señal que cabalgamos”*, ante cada llamada de atención sobre un error que se mande. Se le atribuye a la gente envidia, maldad, malicia, morbo y cualquier cosa a la mano, con tal de no admitir el mal paso, inclusive cuando éste comienza a traer consecuencias sobre el trabajo propio.


Es acá donde entra como una necesidad el aprender a hacer control de crisis. Porque vos, ella, yo, todos decimos estupideces; algunos estupideces más grandes que otros, si, pero todos lo hacemos. El punto es aprender a bajar la cabeza y saber humillarnos admitiendo el error. A veces, el saber bajar la cabeza puede ganar puntos decisivos en la situación tratada.


En este caso, la persona es pública. Al ser pública, y al hacer sus comentarios en un medio público se expone a tener que responder por sus acciones, ante el pedido de explicaciones de quien se sienta ofendido. Es algo que las naciones de Primer Mundo comprenden a veces hasta los extremos, lo políticamente correcto, el respetar al otro sabiendo que mis expresiones pueden resultar agraviantes. Yo, como paraguaya, puedo perfectamente sentirme ofendida si alguien discrimina mi manera de hablar o mi lengua materna. Y es una señal de grandeza e inteligencia emocional el aprender a reconocer públicamente los errores, admitiendo que no fue la mejor forma de expresar lo que se pensaba, o lo que sea que justifique una burrada como de la que fuimos testigos.


La ley de “el que se picha, pierde”, no es aplicable en casos así. Hay que comenzar a aplicar ciertas estructuras y procesos. Y por sobre todo conocer al público que tan desesperadamente se quiere conquistar alcanzando la tan elusiva fama. El público tiene todo el derecho a cuestionar. La gente tiene todo el derecho a sentirse ofendida si mis declaraciones son abiertas y generalizan. Y más aún si es que mis opiniones personales no hablan de que las rosas son más lindas que las margaritas, sino que se refieren al acervo cultural más importante del país donde nací y donde trabajo.


Antes de la declaración de Galliano, el mundo de la moda se levantó en confusión, muchos en negación, pero todos terriblemente mortificados por semejante muestra de xenofobia. Acá se reirían y dirían “mba´e pio la taaantooo”*. Y eso es exactamente lo que está mal con nosotros. Tenemos que aprender que pedir perdón por las cagadas que nos mandamos no es derogativo, no nos hace menos de lo que somos, sino por el contrario, nos hace más. Nos edifica.


Apenas Galliano dio su declaración admitiendo su craso error, la mayoría de los detractores retrocedieron, y con muestras de compasión, desearon al gran diseñador una pronta recuperación. Y la casa Dior desfiló sin el su última colección en la Semana de la Moda de París, con una muy poco común ovación de pie de parte del público, que recibieron con humildad todas las modistas y costureros de la marca. ESO es Control de Crisis.


Y no nos vendría mal aprender un poco..


*vyreza: estupidez.
*mba´e pio la tanto: no es para tanto.


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miércoles, 6 de abril de 2011

Wakala

foto vía read-me-all.blogspot.com
Es vox populi en la comunidad masculina que mientras más ruidos haga un hombre, más confirmado es su status de macho. Ruidos, entiéndase, desde los clásicos eructos (mi hermano puede pronunciar el alfabeto, o decir: “Luke, I am your father” todo de seguido, mientras eructa. Algo digno de ver, les digo), los sonidos de pescado muerto cuando se meten la mano debajo del brazo y aprietan, los ruidos de escarbarse los dientes con la lengua o con un palito cualquiera…en fin, ya saben de qué hablo.



El domingo fuimos a la igle con el esposo. Y si bien el esposo se manda su partida de ruidos ratificatorios de su status masculino con regularidad diaria, esta vez nos tocó sentarnos detrás de un señor que probablemente haya marcado algún tipo de récord Guinness en ruidos molestos. Desde que me senté, en lugar de prestar atención a lo que estaba pasando al frente, lo único que pude hacer durante las dos horas siguientes fue mirar al señor que, muy orondo, estoy completamente segura que jamás se dio cuenta de que estaba en un lugar público, rodeado de cientos de personas que no fueron ahí para ver su petit espectáculo.


No estoy exagerando, les prometo: el hombre eructó (BRRRRRRPPP), se metió el dedo en la boca al punto que pensé que estaba tratando de hacerse vomitar a si mismo, se mordió las cutículas (CHUPCHUPCHUPCHUPCHUP) y encima tenía un bigote gordo como un cepillo de lavar ropa que se movía de un lado a otro de la cara mientras se mordía! Ahí el esposo y todo ya estaba impresionado, y nos mirábamos y tratábamos de no estallar en carcajadas-y quien haya escuchado mis carcajadas, saben que probablemente hubiéramos terminado siendo echados de la igle-.


El grand finale vino con los sonoros anuncios de que estaba limpiando sus dientes con restos de comida (ya saben CHHSHCHCHSCHSHH), ahí sique ya no nos aguantamos y saltó la carcajada. En eso termina el servicio, y al levantarnos, no, no, esperen, en serio, SE LEVANTA Y SE ACOMODA EL PAQUETE, todo esto frente a la que supongo era su hijita de unos 10 años. Finalmente, procede a rascarse la cola y enfilar, impertérrito, hacia la salida.


No hay mucho que pueda decirles aparte de esto. El post de hoy no tiene moraleja. No entiendo de las necesidades de expresión onomatopéyica de los hombres. La mayoría de los sonidos que emitió son definitivamente inaceptables en nuestra sociedad, y sin embargo, este individuo se sintió completamente capaz de hacerlos a sus anchas…y yo no tomo una postura hoy, estoy extremadamente cansada con la cantidad de malas noticias, dengue, etc. como para decir nada. Demasiado nomás quería contarles.


Saludos bigotudos!
 

viernes, 1 de abril de 2011

Cinco cosas que me ponen pirevaí

-Hablar por teléfono: no es normal en una mujer, ya sé. Pero en serio me enferma hablar por teléfono. Es un problema con mi voz. Toda la gente de mi familia tiene una imposibilidad crónica de regular su voz. Hablo en tono megáfono, SIEMPRE, dando como resultado que todo el que me rodea se entera de todos los pormenores de mi conversación. Y las veces que trato de regular el tono de mi voz, la persona del otro lado no entiende lo que le digo, causándome una frustración que me puede hacer cortar el teléfono. Así que a menos que esté sola y nadie me pueda hacer “shh”, es muy probable que no atienda mi teléfono cuando suene. Perdón, nada personal.


- Esto. Como ya lo decía una amiga: LOS NIÑOS DEBEN ESTAR EN LA ESCUELA, NO EN LAS CALLES. Cada moneda, aunque sea de 50 que le dés, continúa perpetuando esta vergonzosa situación. Tomate la molestia de decirle a la mamá (que seguro está por ahí cerca esperando que su chico le dé tu plata) que está cometiendo un delito.


-El dengue: qué lo que tiene que pasar? Los números que se manejan son irreales. La gente está muriendo o delirando de fiebre en sus hogares, enviados por los hospitales que están completamente colapsados e imposibilitados de reaccionar ante la cantidad de enfermos. Y se siguen encontrando baldíos mugrosos, casas con criaderos y agua estacionada como caldo de cultivo para que MOSQUITOS DE CUARTA nazcan, nos piquen y nos tengan al borde de un abismo epidémico de proporciones inaceptables para el siglo XXI. Qué pico lo que nos pasa!!?? Vamosna a limpiar, a poner espirales, a cambiar el perfume por repelente, lo que sea!


-El esposo y sus medias: debe tener fácilmente como 30 pares de medias. Eso es un par de medias para cada día del mes. Pero siempre, siempre, las deja en una esquina, en el fondo de sus zapatos, en el cajón equivocado o donde se te ocurra, y justo a las 8 de la mañana de un día donde tiene que llegar temprano a la oficina y yo por supuesto también, porque tengo un horario que cumplir, le salta la crisis de que quiere “las negras, que tenían rayitas en el tobillo, de algodón, nena, donde estaaaan?”. Quiero hacer un holocausto de medias. Si se anuncia un incendio hacia Madame Lynch, no se preocupen, no pasa nada.


-El pelopincho del que ya les había hablado, que ya fue retirado por la llegada del otoño y que a mi ilustre consorte, procrastinador profesional, no le da la gana de doblar y guardar. Hoy yace en la entrada de casa, demasiado grande para mis fuerzas. Otra cosa que posiblemente se incendie este fin de semana.


Salud.
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