miércoles, 16 de enero de 2013

Wafles, el eunuco


Como varios de ustedes saben, el esposo y yo tenemos dos perros que son prácticamente nuestros hijos: Wafles y Gardel. Gardel, a pesar de ser el mayor en tamaño, es noble como una lechuga y en una competencia resultaría mas bondadoso que Bambi. Wafles, sin embargo, es el típico caso del síndrome napoleónico: es tres veces mas chico que su hermano canino, carece de pedigrí (o sea, es delmer) y sin embargo se pasea por la casa y sus alrededores cual duque inspeccionando sus dominios. 

En tres ocasiones el temperamento petulante de Wafles pasó a ser francamente peligroso cuando su hermano se hartó de ser bravuconeado por este pequeño Lord. Se ponía la comida en los platitos de ambos y Wafles comía a velocidades flemáticas mientras que el pobre angurriento de Gardel inhalaba su comida en 1. 3 segundos. Entonces, el pequeño dictador se dedicaba a dar un mordisqueo y mirar al grandote con cara de "sufra", mientras este babeaba por la comida ajena que jamás podría tocar. Lo próximo que sucedía es que Wafles dejaba su comida sin acabar y Gardel se acercaba con toda esperanza a ver si podía aprovechar las sobras de su Alfa, ahí arrancaba una serie de gruñidos y dientes a la vista que terminaba solo con la intervención del adulto mas cercano. Lo mismo cuando se les daba huesitos a cada uno, el menudo virrey hacia semejante escándalo que al final terminaba el con los dos huesos, y el otro monigote al lado con expresión de vencido. Como les conte, en tres ocasiones a Gardel se le agotó la paciencia y le dio estatequietos que significaron viajes de urgencia a la veterinaria, collares isabelinos y varios puntos para coser las heridas inflingidas porque el enano no iba a caer sin dar batalla.

Esta, como podrán ver, no era manera de vivir. Era cuestión de estar todo el tiempo angustiada, temiendo con que nos íbamos a encontrar cuando lleguemos a casa, y las consecuentes cuentas médicas que quedaban después que el pequeño petulante haga sus escenas de Alfa. La gota que colmó el vaso llego el mes pasado, cuando en ausencia nuestra los peludos se quedaron invitados en la casa de su padrino, nuestro querido amigo Adolfo. Aparentemente, se agarraron en ausencia de Adolf, que llegó solamente a encontrar a Wafles con una patita herida y una cojera que empeoraba dramáticamente cada vez que alguien le hacía caso. Cuando llegamos y le vi y vi la situación en la que nos encontrábamos por voluntad propia me agarró una ataque de rabia como pocas veces en la vida. Esto tenía que parar.

La solución evidente fue sugerida en repetidas ocasiones por nuestra adorable Dra. Renee, Veterinaria de los perros. Era la palabra temida, y que el esposo se negaba siquiera a escuchar: 

Castración.

Wafles debería ser castrado para que desciendan sus niveles de defensa territorial, era la única alternativa que ofrecía una respuesta real al problema. Eso significaba que el atorrante iba a pasar a la historia sin descendientes que lleven su noble linaje al futuro. 

En la clínica, el esposo instintivamente abrazaba a su perro con una mano y con la otra se protegía las partes privadas como si de sacarselas a el se tratara. "No quiero que le hagamos esto, pobre", decía. Yo le miraba suplicante y le rogaba sensatez:

-"No podemos seguir así, se van a matar una día de estos en nuestra ausencia"

-"Va a engordar y ya no va a ser atlético, ya no va a ser mi perro"

-"No va a engordar si nosotros no le atiborramos de comida, va a ser bueno para el porque va a estar mas calmado"

-"No quiero. Tiene que haber otra alternativa"

-"No hay, y yo no pienso seguir saliendo como esas locas disparada cada vez que escucho un gruñido"

-"Y bueno, si eso es lo que queres hacerle a mi perro, no puedo hacer nada" (!)

La pobre Dra. Renee trataba de mediar entre nosotros rogándonos que nos pongamos de acuerdo y asegurando que la calidad de vida de Wafles iba a ser igual sino mejor que antes, una vez hecho el procedimiento. Aseguro que la operación era unos simples puntitos y la extracción de los testículos. El esposo tapo los oídos del paciente que, parecía entender todo lo dicho y me miraba con los ojos mas grandes y llorosos que he visto en la vida. El muy manipulador.

Decidí enfrentar las consecuencias y quedar como la mala frente al esposo, le dije a la Dra. que proceda y con mucha congoja le dejamos al señor, que en adelante sería señorito.

Hace tres semanas Wafles es un eunuco, y el esposo actúa como si el procedimiento lo sufrió el en su propia carne. Le alza upa, le canta, insiste en comprarle una camita tamaño sommier, porque "suficiente ya sufrió en la vida", y hace una escena de todo lo que tiene que ver con esto. Gardel, mientras tanto, sigue relegado a segundo plano.

Y ahora que pienso, creo que una vez mas Wafles se salió con las suyas. Aunque le costo caro.


   Los hermanos, en tiempos de paz, que son la mayoria de los tiempos. Foto de Daggmy

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