viernes, 2 de septiembre de 2016

Auxilio!

El día de hoy tuve una de esas experiencias confrontadoras con la muerte que le hacen a uno replantear sus prioridades en la vida y reflexionar sobre cosas tan fundamentales como el corte de pelo definitivo, y demás. Y consideré justo y necesario venir a este mi rincón sagrado y custodio de mis historias para dejarlo disponible ante todo el que quiera leer. 

Resulta que en mi más cercano anillo de amistades, una de ellas es una reconocida empresaria, de muy alto vuelo ella, a quien me referiré únicamente como la arquitecta, con el fin de preservar su identidad del bochorno que vengo a narrar el día de hoy. La arquitecta, muy regia, ocasionalmente me permite acompañarle en sus trámites diarios en calidad de secretaria, ataja cartera, proveedora de comentarios mordaces y cebadora de mate o tereré.

En cada una de estas ocasiones me esfuerzo en verme lo más presentable posible, no vaya a ser que en una de esas andanzas por los círculos de la más alta alcurnia asuncena, me vaya a tropezar con Teresita Codas viendome cual Thalía en María, la del Barrio, arriesgando su desaprobación y avergonzando así a mi distinguida amiga. No me lo perdonaría jamás.

En todo caso, nos encontrábamos esta mañana en una de esas salidas, cuando abandonamos un shopping que se encuentra haciendo remodelaciones. Muy pituca y con mis mejores galas, caminaba yo al lado de mi amiga, e íbamos riéndonos de algo y comentando muy entusiasmadas la actividad del día, cuando al salir del ascensor vemos que la arquitecta había salido un piso antes del subsuelo al que nos dirigíamos. 

Considerando que teníamos que bajar aún un subsuelo más, apretamos el botón, solo para descubrir que los ascensores ya no pararon en nuestro piso. Misterio. Qué hacer? Mi amiga, en cuyas abundantes virtudes no figura la paciencia, me arrastra del codo diciendo "ahí hay un cartel que dice Salida, vamos por las escaleras". Sin ocasión de protestar le seguí, cual cordero rumbo al matadero. Hubiera imaginado que en las películas estas cosas nunca terminan bien.

Frente al cartel de "Salida" había una puerta que daba a las escaleras, que empujamos para encontrarnos en una zona que evidentemente no estaban usando habitualmente, regada de escombros y con un olor a cloaca que marchitaría la nariz del más valiente. Detrás nuestro se cerró la puerta, y procedimos a bajar las escaleras, que con cada escalón se llenaban más y más de escombros, polvo, un líquido de procedencia no identificada, y mi pánico creciente. Y ahí fue que cuando llegamos al piso, en medio de lo que parecería el escenario de una explosión, la arquitecta empuja la puerta de salida, para darse cuenta que..estaba trancada.

Nunca una que reconocería una decisión pobremente tomada, mi amiga revoleó la cartera, pegando saltitos entre los escombros, declarando "estos inútiles trancaron. Vamos de vuelta". Para ese momento un sudor frío comenzó a bajar por mi nuca y el leve pánico de la premonición empezó a tomar control de mi, pero para no quedar como la exagerada, subí detrás dando saltos de bailarina frustrada entre los ladrillos rotos.

Llegamos al lugar donde comenzamos, cuando mi amiga empuja la puerta y...trancada. Estábamos encerradas. Conque así es como iba a llegar mi fin en esta tierra. En las entrañas de un shopping y rodeada de escombros y olor a cloaca. Esto fue demasiado.

Despavorida, claustrofóbica y pasando mi vida delante de mis ojos, sabiendo que la recepción del celular desaparece cuando el techo es de hormigón, estando 20 metros bajo tierra, analizando que no tenía una gota de agua potable conmigo y ni tan siquiera un chicle mentolado para subsistir, me tiré por la puerta, pegando con mis dos puños y gritando a todo pulmón y con toda la fuerza de mi voz: "AUXILIO!!!!!!".

En eso me doy cuenta de que mi amiga está doblada y sacudiéndose. Aterrorizada y pensando que estaba teniendo un colapso nervioso, del miedo, dejo de golpear y le miro. La arquitecta estaba llorando de risa.

Ofendida, me quedé viéndole mientras ella comenzaba a subir otro piso de escaleras, un mar de carcajadas. Yo le seguí, a los gritos, "TODO está trancado, necesitamos que nos rescaten!!!!". Finalmente, llegamos a la nueva puerta y empujamos, hasta que abrió.

Salí a la luz del día tropezando, descreída de tamaña gracia. El mundo tenía otro color. Pero no terminó allí. Volvimos a tomar el ascensor y esta vez llegamos sanas y salvas al vehículo, donde partimos al próximo destino. Así bajamos en un nuevo estacionamiento, donde ví la vidriera de Swarovski, engalanada con su nueva colección de accesorios, y me acerqué a admirar un collar en particular hermoso.

Entusiasmada, llamé a mi amiga a que se acerque también, y embelesada por la joya en particular fui acercando la cabeza a la vidriera, más cerca, más cerca, más cerca...

PUM

Me pegué la cabeza con la vidriera de Swarovski. Yo. Si.

Miré con toda la verguenza, mía y la de las víctimas de su propia torpeza en la humanidad, mientras la vendedora me veía con cara de espanto. Era de esas vendedoras que siempre te hacen sentir que no sos digna de comprarte ni un llavero de la tienda tan elegante que atiende. Era el cúmulo. Decidí fingir demencia.

Me paré lo más derecha posible, con la nariz apuntando al cielo, con el puño para arriba, sosteniendo la cartera en mi codo. Pasé por encima de la arquitecta, que estaba nuevamente doblada, deshecha de risa y entré a la tienda más cercana.

Creo que no seré invitada nuevamente a ser dama de compañía por un buen tiempo. Y creo que mi amiga continúa riéndose, en su casa.



2 comentarios:

Elda dijo...

No se puede dejar mas apropiado comentario que el siguiente : JAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJA

Felicita Oviedo dijo...

Lloré de risa! Gracias! Ahora si me sucediera algo semejante (espero que jamás, porque enserio le temo al encierro jajaja) esto me servirá como una especie de consuelo :D

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...