martes, 4 de diciembre de 2012

Tu presencia, mi mejor regalo

El sábado pasado tuvimos una fiesta de 15 con el esposo. Mi primita Paula estaba celebrando la feliz ocasión, así que nos empitucamos y para alla partimos. Todo el proceso me hizo pensar mucho en la época lejanisima en la que iba a los quinces no porque soy la prima de 29 años de la cumpleañera, y me pregunte si habrían cambiado mucho la etiqueta y las mecánicas sociales tan delicadas a esa tierna edad.

La celebración tenia lugar en un salón de eventos al que no habíamos ido anteriormente, así que no conocíamos mas que la dirección. Y como en este amado país habitualmente no suele haber muchas señalizaciones de calles, llego el momento que estábamos preguntando si conocían el lugar X. Nos guiaron como solamente en Paraguay te guian para llegar a un lugar "seguí derecho y dobla en la arribada, después del árbol de mango dos casas y ahí mas o menos es". Lo que si es que llegamos a un sitio adornado de fiesta y asumimos estar en nuestro destino.

Se adelanta el esposo -que se olvido lo caballero en casa- y entra como equino al salón en cuestión, siguiendole yo y disminuyendo mis pasos cada vez mas. Algo no era correcto. No estaba viendo a nadie que me resulte conocido. Y tendré mis años, pero por lo menos mis tíos y algunos conocidos debían estar en la muchedumbre. En eso paro al encontrarme con una señora que aparentemente estaba por completo ofendida por el atrevimiento del esposo, que ya estaba buscando una silla donde arrimar su trasero, y miro detrás de ella el típico cuadro gigante de la quinceañera que uno debe firmar al entrar cual libro de visita. No era mi primita.

De paso, haciendo un paneo por la entrada, veo a la festejada de la ocasión, en carne y hueso. Y como los adolescentes tienen vergüenza de todo y todos, la pobre me miraba mortificada, no creyendo a sus ojos y preguntando silenciosamente al cielo porque, porque tiene que pasarle a ella que una pareja de desconocidos entre por equivocación a su fiesta? el papelón, el espanto!

Haciendo uso de mi mayor capacidad de aplomo, le pregunto a la señora si ese no era el salón X. La fiesta correcta, evidente, no era. La señora me mira de arriba a abajo (quiero pensar que admirando mi conjunto, pero algo me dice que no) y me informa que no, no era. Le pido disculpas mientras el esposo, al ver fallido su intento de cavar un túnel y huir a China, vuelve a mi lado, y se me ocurre, de todas las cosas, preguntarle si no sabría por las dudas donde era el mentado lugar. La dama, compasiva al fin, nos guio como pudo, y para mayor bochorno de la quinceañera, sale uno de sus compañeritos detrás nuestro a reconfirmar la dirección para llegar al evento correcto.

Salimos disparados y después de varias vueltas mas por las inmediaciones, encontramos el lugar. Mire con mucha ternura como algunas cosas nunca cambian, y hasta me arregle para asustar hasta la palidez al pretendiente de Pau, preguntandole a quemarropa quien era el. Y las mismas mecánicas que funcionaban con delicadisimo balance 15 años atrás, continúan hoy. Distintos escenarios, pero nada nuevo hay bajo el sol.

Una noche memorable, sin duda. Deci nomas que no dejamos el regalo en la primera parada.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...