miércoles, 14 de abril de 2010

Una de cal y otra de arena








"señora de la comida, NECESITAMOS cambiar el piso. Este fondo no me favorece"

Últimamente estamos de construcción en la casa. No vayan a pensar que es la gran cosa, no es “ah, caray, que grande la construcción”, se trata de unas renovaciones de piso, una nueva barra en la cocina y un par de dormitorios nuevos. Pero el stress, ah el stress.

A lo largo de mi vida desde que era chiquita le vi a mi mamá tomando control de las cosas que tenían que ver con la construcción y decoración de nuestras casas, en su muy particular estilo. Y si digo particular es en serio: de la nada le entraba como una mirada anhelante y se quedaba callada, pensando, y antes de que te dieras cuenta, le veías agarrar una toalla (si, una toalla. La gente común agarraría una cinta métrica, ella mide las cosas en toallas) y empezar a medir distancias mientras hablaba sola: “si, acá podemos hacer una abertura, y añadir una chimenea, y un nuevo pasillo que salga al patio”. Así toda mi existencia pasó en varias construcciones de diversas magnitudes, y no puedo decir que soy ajena a la cuestión. Pero tener la responsabilidad de estar al frente de una construcción en sí, resultó otro cantar, pajaritos.

Había sido que uno tiene que llamar a hacer que se repongan los materiales, no es solo la mano de obra, resultase que el cemento vale su peso en oro, que la arena en bolsas no dura lo que una coca de litro, que se terminó la cal, que llamá a la casa de materiales para que repongan, que el perro comió el alisador de pared, que el piso no alcanzó porque la casa no era lo “encuadrada” suficiente y hubo que romper muchos y otras bellezas que escucho a diario y que ya casi ni me asustan,…casi.

Horacio anda con los nervios de punta porque sus aparatos electrónicos “se van a arruinar con tanto polvo”, ambos canes de la casa, encantados con sus roles de albañiles, están chochos de la vida..por lo menos me parece que están chochos, debajo de la capa gruesa de cemento y cal que tienen encima, parece que mueven las colas..y yo, desesperada en el intento de tratar de convivir dignamente con el campo de batalla, digo, la obra; traté los primeros días al llegar de noche a casa de barrer (pareció la tormenta del desierto), de pasar el plumero (inútilmente, a los 5 minutos había una nueva capa de polvo, el doble de gruesa que la anterior) y por último, saqué mi confiable trapeador que es genial porque no tenés que escurrir el trapo con tus manos, sino en el baldecito, una genialidad..en fin..saqué el trapeador y le mostré la suciedad; la suciedad se rió y el trapeador dijo “no, con esto yo no me animo”, insistí y le mostré el Poet y le dije “vamos que podemos” y la suciedad pegó un aullido de victoria y el trapeador lloró y me dijo “ni en pedo” y se fue con el ego destrozado. Yo me quedé pensando seriamente porqué era que empezamos todo esto desde un principio.

Ah, claro. Porque un domingo mi mamá vino a comer y estábamos diciéndole que queríamos arreglar el piso, que estaba medio viejito y ella dijo “ahora que me dicen..” y se fue a buscar una toalla del baño.

3 comentarios:

David dijo...

y Sí, por eso el recibidor mide unos tres toallones y medio...

VaneRV dijo...

es la salida más estresante, la de ustedes... pero sólo así entendemos lo jodido que es ser adultos... me reí de tu desgracia, no te enojes qué. tu culpa es, para qué escribis tan simpático?!

oz dijo...

hahahah piipuu, es la mejor manera de de enfrentar todo: con humor benigno

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