En El amor en los tiempos del cólera, Florentino Ariza se
enamora de Fermina Daza cuando ambos son apenas unos chicos. Y si bien queda
documentado que Florentino desde el principio ama profunda y rendidamente a
Fermina, este amor no llegará a consumarse sino hasta el ocaso de las vidas de
ambos (spoiler para el que vive en un termo y nunca leyó el libro, perdón).
Entonces uno queda con una sensación de hueco estomacal, pensando en tanto amor
desperdiciado, tanta vida regada al paso y la indignidad de la vejez como
testigo final de las pasiones de estos personajes tan entrañables.
Y en estos días estuve pensando mucho en esto del amar. Está
más que asegurado que todos amamos. Hasta el más vil y despreciable de los
seres ama a alguien, a algo o a sí mismo. El punto está en si SABEMOS amar.
En su éxito de ventas Los 5 lenguajes del amor, Gary Chapman
habla de las distintas maneras en que percibimos el amor cuando nos es
expresado por la persona cercana. Entre varios otros puntos, Chapman aclara el
concepto lógico -expresado tan poéticamente por García Márquez- de que nos
podrán querer con la fuerza de mil huracanes, pero si no está expresado en un
lenguaje que nos sea familiar o comprensible, no sirve de absolutamente nada.
Me resuena profundamente como fallo a diario en la tarea de
expresar mi amor por la gente que me rodea. Me golpea como es que los humanos
somos tan egocéntricos que como mucho atinamos solamente a pensar en cómo es
que no nos aman como amamos, o como es que tal o cual cosa justo nos pasa a
nosotros y otras consideraciones de la injusticia de que el mundo no se mueva
sobre nuestro eje. Somos una joyita, los humanos.
Lo que nos salva es un elemento tan poderoso como simple –lo
cual hace que sea de difícil asimilación para nosotros que oh, todo lo
complicamos-. La gracia. Necesitamos gracia en nuestras vidas. La necesitamos
para nosotros y para darla a los que amamos. Necesitamos sacar la vista de
nuestros ombligos y empezar a pensar en cómo podemos querer MEJOR a la persona
amada.
No basta con amar. Podemos amar hasta el hartazgo, hasta el
cansancio, hasta el extremo de la cursilería de angelitos rosados, moños y rococó,
que si no lo expresamos como la otra persona lo necesita, no va a ser
percibido. No va a servir de mucho más que para cansarnos emocionalmente y
preguntarnos como cuernos es que el otro no nos corresponde tanta entrega.
A veces, saber amar es ofrecer un pecho que nos resguarde
cuando la vida es simplemente demasiado. Escuchar sin ofrecer soluciones
mágicas. A veces es traer de regalo una chipa para el desayuno de a quien le
encantan. A veces es una comida caliente que te reciba al llegar. A veces son
palabras escritas. A veces es espacio. A veces es no dejar espacios en medio. A
veces es empatía.
Espero aprender a saber amar mejor. Mientras tanto, pido
perdón por el amor que está allí, pero no es percibido.
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