miércoles, 13 de abril de 2011

Perdón

Hace menos de dos meses, una pareja elevaba una acusación de racismo y maltrato verbal de parte de un extraño en un bar de París. Ese extraño resultó ser nada más y nada menos que John Galliano, diseñador de la casa Dior hacía más de 10 años. Un video en Youtube surgió para darle mayor efervescencia al hecho, donde Galliano afirma muy ufano que ama a Hitler y otras linduras xenofóbicas. La casa Dior, reluctante pero resuelta, de inmediato comunicó la desvinculación de Galliano con la marca y ratificaron el compromiso de Dior como una marca global, que respeta a todo tipo de culturas y etnias, considerando que la moda que promueven actúa como un gran paraguas que une a todo el mundo. Galliano se tardó unos días, pero lanzó a su vez una declaración oficial donde se disculpaba por sus acciones, reconociendo la gravedad de sus palabras y anunciando su inminente reclusión en una institución de rehabilitación.


Esto es conocido en el mundo civilizado como Control de Crisis. Existen especialistas que asesoran a compañías, marcas, clubes de fútbol, políticos, y celebridades varias, en este tipo de situaciones que no solo se dan en el ámbito de la moda. Y como es lógico, no voy a extenderme sobre eso porque sé que ya les vienen varios ejemplos a la cabeza.


En vista de todo lo que pasó ayer con las declaraciones de una señorita que se hace llamar periodista (y no voy ni a tocar el tema de cómo bastardean el nombre de la profesión y ahora cualquier wannabe chusma de programa de chimento se dice periodista. Me duele el corazón y los seis años que me tomó graduarme de una Universidad para la que tuve que rendir examen de ingreso, para empezar nomás) sobre nuestro idioma oficial nacional, el guaraní. Todo lo que se tenía que decir al respecto fue dicho, y lo que ella tenía que decir a posteriori, también. Mi punto de reflexión de hoy es el siguiente:


En nuestro país y en varias culturas latinoamericanas, vemos el pedir disculpas como una señal de debilidad. El admitir que algo fue mal hecho, mal ejecutado o pobremente juzgado se percibe en forma tácita como una falta de carácter, como una evidencia de vyreza*. Y es por eso que no es la primera, ni será la última vez que alguien se mande una macanada del tamaño de Alaska, sea confrontada por esto y tan campante diga “y que a mi? Me pasa por el c*lito lo que me dicen”. También muy (MAL) usado es el recurso de “ladran Sancho, señal que cabalgamos”*, ante cada llamada de atención sobre un error que se mande. Se le atribuye a la gente envidia, maldad, malicia, morbo y cualquier cosa a la mano, con tal de no admitir el mal paso, inclusive cuando éste comienza a traer consecuencias sobre el trabajo propio.


Es acá donde entra como una necesidad el aprender a hacer control de crisis. Porque vos, ella, yo, todos decimos estupideces; algunos estupideces más grandes que otros, si, pero todos lo hacemos. El punto es aprender a bajar la cabeza y saber humillarnos admitiendo el error. A veces, el saber bajar la cabeza puede ganar puntos decisivos en la situación tratada.


En este caso, la persona es pública. Al ser pública, y al hacer sus comentarios en un medio público se expone a tener que responder por sus acciones, ante el pedido de explicaciones de quien se sienta ofendido. Es algo que las naciones de Primer Mundo comprenden a veces hasta los extremos, lo políticamente correcto, el respetar al otro sabiendo que mis expresiones pueden resultar agraviantes. Yo, como paraguaya, puedo perfectamente sentirme ofendida si alguien discrimina mi manera de hablar o mi lengua materna. Y es una señal de grandeza e inteligencia emocional el aprender a reconocer públicamente los errores, admitiendo que no fue la mejor forma de expresar lo que se pensaba, o lo que sea que justifique una burrada como de la que fuimos testigos.


La ley de “el que se picha, pierde”, no es aplicable en casos así. Hay que comenzar a aplicar ciertas estructuras y procesos. Y por sobre todo conocer al público que tan desesperadamente se quiere conquistar alcanzando la tan elusiva fama. El público tiene todo el derecho a cuestionar. La gente tiene todo el derecho a sentirse ofendida si mis declaraciones son abiertas y generalizan. Y más aún si es que mis opiniones personales no hablan de que las rosas son más lindas que las margaritas, sino que se refieren al acervo cultural más importante del país donde nací y donde trabajo.


Antes de la declaración de Galliano, el mundo de la moda se levantó en confusión, muchos en negación, pero todos terriblemente mortificados por semejante muestra de xenofobia. Acá se reirían y dirían “mba´e pio la taaantooo”*. Y eso es exactamente lo que está mal con nosotros. Tenemos que aprender que pedir perdón por las cagadas que nos mandamos no es derogativo, no nos hace menos de lo que somos, sino por el contrario, nos hace más. Nos edifica.


Apenas Galliano dio su declaración admitiendo su craso error, la mayoría de los detractores retrocedieron, y con muestras de compasión, desearon al gran diseñador una pronta recuperación. Y la casa Dior desfiló sin el su última colección en la Semana de la Moda de París, con una muy poco común ovación de pie de parte del público, que recibieron con humildad todas las modistas y costureros de la marca. ESO es Control de Crisis.


Y no nos vendría mal aprender un poco..


*vyreza: estupidez.
*mba´e pio la tanto: no es para tanto.


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