lunes, 30 de mayo de 2016

Gracias a Dios por la mala memoria

Dice don Gabo García Márquez que "La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado". Y pocas veces creo haber encontrado una definición tan exacta para lo que creo que le pasa a mi memoria.

Tengo que confesarles que Dios me bendijo (a veces parece lo opuesto, pero no) con una terrible memoria. Lo curioso de esto, sin embargo, es que aparentemente y luego de muchos años de contemplación, llego a la conclusión de que mi memoria es mala pero de manera selectiva.

Me explico: Hay cosas de las que tengo recuerdos tan vívidos que si cierro los ojos puedo volver a ver tal o cual momento, por muchos años que hayan pasado, pero hay situaciones y circunstancias donde por mucho que me esfuerce solamente me quedo empantanada en los pasillos de mi cabeza, sin poder recordar nada de lo que alguien está rememorando.

Y creo que esta condición mía es una bendición porque viene a ser de extrema utilidad en el matrimonio. Porque de no ser por la mala memoria selectiva, vaya Dios a saber donde estaríamos.

En unos días más el esposo y yo deberíamos cumplir 8 años de casados, saliendo así del séptimo año que según la superstición supone un hastío tal que te hace querer salirte lo antes posible de esta trampa en la que te metiste voluntariamente. Sin embargo, no llegamos a este aniversario sin nuestra cuota de discusiones y encontronazos. 

Reflexionando sobre esto vengo a darme cuenta de que, ni bien tenemos una pelea  yo salgo con el puño levantado a los cielos prometiendo que uno de estos días mando todo al Congo, para 24 hs después pensar que no era tan terrible después de todo, y para días después, tratar de quejarme con mis íntimas amigas y no recordar del todo los detalles de la trifulca que en su momento fue atómica. Pasado un mes no recuerdo el porqué habíamos peleado en un principio.

Por supuesto, la fórmula no es exacta y hay situaciones mucho más extremas que otras. Pero no deja de llamarme la atención. Y no soy indiferente al hecho de que sea mi mala memoria o la de él, ésto muchas veces nos mantuvo en casa cuando una explosión nos quiso hacer correr.

Porque ni siquiera se aplica a las peleas solamente. Me olvido de las cosas que hace que no haría ni bajo electrocución si fuéramos novios. Me olvido de los tropiezos de la rutina y de los hábitos que le salen cuando no sabe que le estoy viendo. Me olvido de las tristezas y me acuerdo más y más brillantemente de las alegrías.

Hey, hasta me olvido de cosas que no tienen nada que ver con mi matrimonio. Me pasa con todo aquello que supone un recuerdo no enteramente grato. Ahora, cuando paso por una circunstancia que me generó mucha angustia o dolor, o tristeza, me quedo tranquila porque sé que es una cuestión de tiempo (normalmente, corto) para que esa situación y las personas involucradas no sean más que una evocación borrosa en el fondo de mi memoria obstinada en preferir retener lo bueno.

No digo que sea perfecto ni mucho menos que se aplique a la gente cuyo matrimonio es una pradera ondeada e impecable por donde los cónyuges corren tomados de la mano, maravillándose en su propia dicha. Digo que es bueno para mi, donde en mis debilidades e imperfecciones, se fortalece algo que es mucho más grande que yo, y que no depende de mi corta visión de las cosas.
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