viernes, 1 de julio de 2011

Que vuelvan los caballeros.

"Podré sonar anticuado, pero quiero pensar que todas las mujeres deberían ser tratadas como quiero que mi esposa, hijas y nietas sean tratadas. Noto hoy en dia que los buenos modales -como pararse cuando una dama entra a un lugar, ayudarla con su abrigo, dejarla entrar a un ascensor primero, tomar su brazo para cruzar la calle-son muchas veces considerados innecesarios o ridículos. Estos son hábitos que yo no podría dejar, ni quiero hacerlo. Me doy cuenta hoy que más mujeres están cuidando de si mismas que las que lo hacían en el pasado, pero ninguna mujer se ofende con la cortesía.” Frank Sinatra


Hace unas semanas dije algo en mi cuenta de twitter que recibió más retweets que todas las cosas que había dicho hasta ese entonces. Lo dicho fue: “Nunca voy a entender a las feministas que piden trato igual a hombres y mujeres. Yo no quiero que me traten como hombre, porque no soy uno”. Eso más o menos sumariza el plagueo del día de hoy, pero es un tema que hace tanto tiempo baila en mi cabeza de tantas formas que necesito ponerlo por escrito de una vez por todas, para sentar postura al respecto y poder seguir adelante.


Soy parte de una generación que nació para ver la muerte de la galantería, del verdadero cortejo, del trato correcto hacia una dama. Sin considerar que para empeorar las cosas vivimos en un país donde sea por circunstancias históricas o por malnutrición devenida en lentitud mental las mujeres nunca en realidad fueron consideradas como damas, por lo menos por la mayoría de la población masculina, y más aún, por si mismas.


En un país donde por consecuencias de una guerra que cercenó a sus hombres, el esperar que se les ayude con las cargas, que se les abra la puerta, que alguien se pare cuando llegaban (como se iban a parar si no tenían piernas) es virtualmente imposible mantener un trato que normalice la relación hombre-mujer. Cómo los tesoros de la patria, los portadores de la sagrada semilla con la cual íbamos a repoblar la nación iban a ser molestados con tratar a las mujeres con delicadeza y cortesía? Eran tenidos cual jeques, rodeados por virtuales harenes de mujeres que se rompían el lomo durante el día, porque ellos no podían hacer el trabajo, y que se rompían en las camas por las noches, porque ellos ahí tampoco podían hacer gran parte del trabajo. Todo sea por recolonizar el terruño.


Pero no termina siendo todo enteramente culpa del país donde nacimos. Desde 1970, con el nacimiento de las primeras protestas y movimientos por la liberación femenina, a nivel casi global empezaron a cambiar las cosas de una forma que dio como resultado que vos y yo hoy ya tengamos por completamente normal que no se tengan cortesías con nosotras. Si algún hombre se digna a abrirnos la puerta del auto nos desmayamos en estupor e incredulidad, cuando 40 años atrás esto era considerado norma entre muchos otros comportamientos que hoy en día están casi extintos. El renegar de nuestra delicadeza y nuestra necesidad de protección en pos de conquistas que cada vez más fueron pasando los límites de lo justo para irse a lo absurdo revirtió los valores de normalidad al punto que ahora agradecemos si un hombre dice de una mujer “ella es mi pendeja”. Nos hallamos todo. Anga nosotras.


No quisiera que me malentiendan, estoy muy agradecida con las mujeres que militaron para defender mi derecho a la libre expresión de mis ideas, al voto, a usar pantalones, así como a trabajar en puestos de autoridad que antes eran exclusiva propiedad de los hombres. Eso es parte del desarrollo. Lo que no creo que sea parte del desarrollo es empezar a negar las evidentes diferencias que hay, comenzando por la propia construcción física de cada sexo. Si estamos hechas más delicadas, suaves y finas que ellos, porqué negar y tratar de igualarnos?


Me enferman las mujeres que llevaron su concepto de liberación tan lejos que borraron las líneas que nos separan de los hombres. Que no aceptan que alguien les ayude a cargar algo porque “yo puedo sola”, que se endurecen para permanecer en sus puestos y pierden toda su capacidad de dar, que se burlan de los hombres que todavía atinan a tener gestos de ternura y aducen que es “too much” para ellas, que no están listas para el compromiso cuando por ahí lo que en serio pasa es que no se animan a lidiar con sus inseguridades personales y prefieren vivir así que rendir cuentas y admitir que necesitamos unos de otros. El concepto de “sex buddies”, que tira por el suelo todo atisbo de romance, ternura, y todo tipo de razones para las que el sexo fue creado. No puedo nomás entender la idea de tener sexo porque no podés aguantarte, y que de tan igual hacerlo con un poste como con el farmacéutico de la esquina. No hay posibilidad de conexión emocional. Pero esa soy yo nomás que llegué a esa conclusión después de muchos años de haberme mandado mis propios errores que pagué con mis propias lágrimas, las que pueden hacerlo con cualquiera métanle nomás, queriditas.


Me explico, las mujeres somos seres emocionales. Cuando más se tienen en cuenta las atenciones u acciones que impliquen satisfacción emocional para nosotras, mejor respondemos. Florecemos, nos convertimos en heroínas, podemos suplir las necesidades de nuestro hogar, podemos llenar de afecto, podemos inspirar a nuestro compañero para que sea lo mejor que puede ser. Y esto no significa que el lugar de una gran mujer está detrás de un hombre, está al lado suyo, pero con capacidades diferentes, talentos diferentes, percepciones diferentes, para que cada uno brille en su propia luz, se entiende?


Si el esposo tiene detalles conmigo, me abre puertas, me corre sillas para que me siente, me hace cumplidos porque me tal día veo bien, me saca el abrigo cuando entro a un lugar, se levanta cuando llego en lugar de estar tirado cual saco de papas en el sofá, es más que probable que se disparen dentro mío instintos que me hagan querer responderle con atenciones a la vez. Nunca una galantería va a ser recibida con indiferencia. Es más, me animo a decir que, con el descenso de las costumbres de cortejo de los hombres, el caballero que se anime a tener una atención con una dama -y no solo con intereses románticos; puede ser darle el asiento a una embarazada, una anciana, y va a ser igual de gratificante para el que lo haga- va a recibir sin duda alguna muestra de aprobación o gratitud que lo hará sentirse aquello para lo que fue creado: un protector, un proveedor.


Yo personalmente, quiero que me protejan, que tengan detalles conmigo. No quiero que me traten como hombre porque no soy hombre. Y francamente, me gusta ser mujer. Últimamente hasta me dieron ganas de aprender a cocinar gourmet, les diré, acá entre nos hasta un delantal tengo. Y me siento feliz haciendo eso y saliendo a trabajar al día siguiente… se puede, equilibrio nomás. Las que no están de acuerdo, todo bien también, pero es poco probable que seamos amigas, y que por lo tanto sean recibidas en mi sala para comer galletitas recién horneadas por mi, eso nomas.
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